Historia

Nuestra Comunidad hunde sus raíces en el Milagro de Luján y tiene en su origen el sueño de muchas familias del barrio. Allá por los años veinte del siglo pasado los pobladores del barrio eran en gran parte inmigrantes, que se encontraban con la dificultad de no tener ninguna parroquia cercana. Así, tras obtener la autorización del arzobispado, el 1° de abril de 1927 cerraron trato con los propietarios de una casita ubicada en la calle Remedios 3345, entre Pergamino y Azul para levantar una capilla que llevaría el nombre de Nuestra Señora de Luján.
Mientras los vecinos del Oratorio sumaban esfuerzos para la edificación de un templo, sucedió que la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires decidió ensanchar la calle Corrientes, para ello era necesario demoler -entre otras edificaciones- el templo de San Nicolás de Bari. Ante esa situación su entonces cura párroco concibió la idea de levantar un Santuario en nuestra ciudad dedicado a la Virgen de Luján, con parte de las instalaciones que se tenían que desmontar sumadas a otros aportes.

Así fue como se unieron los esfuerzos de las comisiones de fieles del oratorio de la calle Remedios con la asociación de feligreses de San Nicolás. Los primeros fondos recaudados permitieron adquirir un terreno más adecuado para levantar el nuevo templo, en la avenida Francisco Bilbao entre Portela y Pergamino, su actual ubicación. De común acuerdo se determinó que la nueva edificación debería reproducir en lo externo la línea colonial del templo levantado en la Villa de Luján en 1763, luego remplazado por la actual Basílica Nacional. En tanto que en lo interno debía reflejar el estilo y la ornamentación de San Nicolás de Bari. En febrero de 1930 se trasladó la sede de la parroquia, desde el oratorio de la calle Remedios hasta el templo en construcción. Mientras tanto, para incentivar a los fieles de San Nicolás de Bari a colaborar, se había colocado allí una imagen de Nuestra Señora de Luján, a fin de que los feligreses depositaran sus aportes.




El domingo 1° de junio de ese mismo año, una solemne procesión partió allí, portando dicha imagen rumbo a su nuevo hogar. La imagen de la Virgen se colocó en un nicho de bronce, que era el mismo que había ocupado la imagen de la Pura y Limpia Concepción, en su primitivo templo del año 1763 en la Villa de Luján. La actual edificación alberga las siguientes curiosidades: la reja de la ventana y el portal colonial a nuestra izquierda, parados nosotros frente a la parroquia, fueron traídos de la demolición del primer templo levantado en la Villa de Luján en 1763. La imagen de la Virgen de Luján que está en la repisa del vestíbulo izquierdo, es la que se veneraba en el oratorio de la calle Remedios. En tanto la imagen de Ntra. Sra. de Sumampa, es una réplica de la de Ntra. Sra. de la Consolación que viajaba en el otro “cajoncito” en 1630. Las arañas y la lámpara del Sagrario son parte del mobiliario traído de la demolición de San Nicolás de Bari.

Cada etapa de la historia refleja el esfuerzo y el compromiso de hombres y mujeres buscando dar respuesta a las necesidades del barrio. Así, ante la ausencia de escuela de varones en la zona, se dio origen a la construcción del nivel primario del colegio parroquial, que tuvo su inauguración solemne el 28 de marzo de 1960, con la presencia de altas autoridades del Arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires. En 1997 se compró un terreno a la vuelta del templo, sobre la calle Pergamino y en él se edificó y en marzo del año 2000 se puso en funcionamiento el nivel secundario del colegio parroquial.

La construcción del templo, más tarde la del colegio, la creación de un espacio de encuentro para los jóvenes, la organización de la catequesis, la colaboración con las familias más necesitadas, la visita a los geriátricos, la religiosidad de las fiestas populares, la misión barrial; nos hablan de una comunidad que, atravesando tiempos propicios y otros menos favorables, busca hacer sentir la presencia de Nuestra Madre de Luján en el corazón del barrio. Actualmente, la parroquia comprende un radio delimitado por las avenidas Directorio, Lafuente, Au. 25 de Mayo, Mariano Acosta, y Lacarra. Barrio tranquilo y familiar, atravesado por el verde de los árboles del boulevard Bilbao. Los clubes América del Sud, Pedro Echagüe y Flores, junto con el parque Avellaneda y las cinco escuelas públicas son expresión de su sello familiar. Sus calles resultaron, a los ojos de san Luis Orione, propicias para la fundación de una casa de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, convertida hoy en Casa Provincial. Ha sabido crecer, entre otras cosas, gracias al esfuerzo de sus comerciantes. El barrio hoy es casa de trece geriátricos y un hogar de día (Padre Mario). La Policía Federal tiene asiento en el recinto de la Comisaría Nº40. La Plaza de los Virreyes, ubicada en el límite sur, como estación de subte y premetro, es parte asimismo de la fisonomía barrial, como un lugar de paso masivo que nos recuerda que estamos en la gran ciudad.

Desde el año 2014 se fueron realizando encuentros (pre-asamblea, asamblea, junta grande, encuentros de dirigentes, encuentros de catequistas, fiestas patronales 2016, visita pastoral, evaluaciones de la junta) que nos permitieron mirarnos y reconocernos, y de alguna manera ir trabajando nuestra identidad. Reunir las conclusiones de estos encuentros nos ayudará a desarrollar un análisis situacional actualizado. Pensar en nuestras fortalezas nos permite conocernos y valorarnos, desde lo signos más pequeños y silenciosos hasta los más evidentes; así nos definimos como una comunidad festiva, con capacidad de celebrar, que busca el encuentro que nos hace crecer, que cuenta con el compromiso y la constancia de sus miembros; con capacidad y búsqueda de organización; un lugar de experiencia con Dios; una experiencia que invita a compartir y a anunciar.
Desde aquí es necesario mirar también las debilidades que permitirán orientar nuestras búsquedas. 

Cuando nos reunimos nos dimos cuenta que éramos muchos más de los que pensábamos, entonces descubrimos que no había una buena comunicación entre los grupos, esto disminuye la posibilidad de orientar nuestras acciones, concentrar los esfuerzos, analizar y distribuir los recursos disponibles y necesarios. También se dio lugar a otras conclusiones y cuestionamientos sobre la necesidad del paso entre los que están y los que deben continuar con la tarea: cómo dar continuidad sin desplazar, cómo lograr que todos se sientan parte; cómo organizarnos de manera que las estructuras puedan recibir a todos; es decir, que realmente sea casa y escuela de comunión. Encontramos como oportunidades: la motivación y la participación de la comunidad, la participación más activa de las Hermanas de Don Orione, la apertura de ciertos espacios de formación, el interés por conformar y fortalecer algunos sectores de la comunidad. Simultáneamente, detectamos como posible amenaza: la imposibilidad de abrir los espacios y las estructuras parroquiales, de manera que esa rigidez no permita responder a las necesidades de la gente; que perdamos de vista el objetivo misionero de las actividades. En el último tiempo los espacios de encuentro y fiesta comunitaria, permitieron redescubrirnos como familia, motivarnos, formarnos, pensarnos, sentirnos acompañados en el camino; será entonces un tiempo de desafíos… la misión nos espera.

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